Había una vez una gota llamada Paula. Ella estaba en el mar, porque una corriente de agua subterránea la había conducido hasta allí.
A Paula le encantaba estar en la superficie del mar contemplando el paisaje. Como pasaba mucho tiempo en la superficie, con el calor del sol se calentó muchísimo y, lógicamente, se evaporó, separándose de la superficie del mar y ascendiendo para formar parte de las nubes.
Paula estaba experimentando multitud de sensaciones, ya que nunca en su vida se había evaporado. Por primera vez estaba volando. Paula se encontraba en estado gaseoso, dentro de la nube. Compartía la nube con miles de gotas: serias, agradables, simpáticas,... Hacía viento y las nubes se desplazaban sobre las montañas, las ciudades, los ríos,...
Un día, la nube se enfrió y todas las gotas de agua, incluyendo a Paula, cayeron sobre un río. Paula estaba patidifusa, las corrientes del río la impulsaban continuamente. Finalmente llegó al mar donde rápidamente volvió a colocarse en la superficie. Paula lo tenía claro: quería repetir su aventura.
A Paula le encantaba estar en la superficie del mar contemplando el paisaje. Como pasaba mucho tiempo en la superficie, con el calor del sol se calentó muchísimo y, lógicamente, se evaporó, separándose de la superficie del mar y ascendiendo para formar parte de las nubes.
Paula estaba experimentando multitud de sensaciones, ya que nunca en su vida se había evaporado. Por primera vez estaba volando. Paula se encontraba en estado gaseoso, dentro de la nube. Compartía la nube con miles de gotas: serias, agradables, simpáticas,... Hacía viento y las nubes se desplazaban sobre las montañas, las ciudades, los ríos,...
Un día, la nube se enfrió y todas las gotas de agua, incluyendo a Paula, cayeron sobre un río. Paula estaba patidifusa, las corrientes del río la impulsaban continuamente. Finalmente llegó al mar donde rápidamente volvió a colocarse en la superficie. Paula lo tenía claro: quería repetir su aventura.
Rocío Ruiz Jiménez - 1º ESO
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